El frío me congelaba el cerebro, me entumecía las manos, me resecaba los labios.
Pensaba y no pensaba, sabía y no entendía, entendía y no pensaba en otro cosa que en el frío que me congelaba las manos, me entumecía los labios y me resecaba el cerebro.
Una vez más la eterna encrucijada: duda contra error. Encrucijada? Duda contra duda: error.
Definitivamente no eran tiempos de pensar. Escuchaba las pisadas pero no sentía los pasos, escuchaba el ruido de la suela contra las baldozas mojadas pero no sentía los pies. El frío había atravesado la tela, la piel y la carne.
Llegaba, esta vez no diré encrucijada: miedo. Miedo al error, duda por el miedo, dudamiedoyerror.
Miré la puerta, los vidrios empañados, el zócalo, el tiembre: miedo.
Temblaba.
Frío? No. No fue eso lo que quise decir.
Él, frío, miró a través del vidrio, frío, abrió.