Tuesday, September 06, 2005

El niño en el barro

Me quiero morir. No sé que mierda voy a hacer con mi vida. Todo el cosmos sigue adorando a la prostituta de miriñaques pilotados. El arcaico histrión -el padre de la muerte- esta ahí agazapado, esperando el momento para darme el embate final que me hará abandonar el deseo de luchar por un mundo superior y me sumirá en la clausura.

Ahora entiendo todo, es mejor estar muerto que ser un numero que viene y va. Es mejor, por lo menos, tener algo de dignidad. Es mejor decirle en la cara al añejo pantomimo: “¡Viejo idiota, metete los colectivos en el orto!”. Yo no quiero una nena de goma, quiero una nena de verdad, que sea abierta, que se revolucione, que le sorba un huevo a quien tenga adelante. Lo único importante es crear un mundo conspicuo.

¡Muere veterano bufón! Muere, púdrete en tu viejo colectivo. ¿Escribo mal? Sí, lo sé, pero escribo con el corazón desmembrado. Viejo payaso, has adiestrado bien a tu prostituta de regazos penetrados. Hace bien las cosas. Cuando el día de mañana la vea dirigiendo los medios de comunicación y observe a mi hijo pedirme comida y yo sólo pueda contestarle: “Aguantá hasta mañana.”, me voy a preguntar por qué no fui capaz de matarte. Por qué nunca fui capaz de darle a cada uno lo que merece, por qué la dulzura de mi alma, nunca fue capaz de salvar del abismo al pequeño en el légamo.

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