Friday, June 22, 2007

2

Que el tiempo es la carga que empuja desde ambos lados
ya lo sé.
Y que, líquido, se hace metáfora en cada acción para impregnarlo todo,
soberbio e indiscutible, de muerte cada segundo de espacio,
por lo menos tácitamente, todos lo pensamos.
¿Para qué decirlo entonces?

Me arrodillo ante quien puede respirar mientras no olvida la última verdad,
la única, de la que nunca dudó.
Y la alza cual pañuelo blanco ante el mundo,
que desesperado de temor acaria las manos frágiles,
húmedas y temblorosas de quien todos somos parte,
ante el hacecho de la medusa.

El hastío del retorno no se deja amedrentar,
y quienes quedamos debajo de la garganta que gotea incesante
nos pudrimos de vida, de amor y de infelicidad
como si fuera todo lo que esperábamos del mundo,
acurrucados ante lo inevitable,
o lo que es igual, ante lo imposible, y lo real.

¿Quién dejará de buscar alguna vez la grieta entre lo eterno?
¿Quién nombrará la detención de la búsqueda con otra palabra que suicidio?
Que a medusa es la nada,
y que sólo la muerte es esa grieta,
todos lo supusimos
¿Por qué decirlo entonces?

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