Sunday, August 26, 2007

Nihil: Primero

Eva Valdez murió un 6 de Septiembre de un año como cualquiera entre los arrebatos de un tango percudido y la pasividad del espíritu cansado. Más allá de cualquier dilema

estaba la tácita seguridad de la inercia con la que Eva había vivido todos sus días. El devenir del mundo circundante la había arrastrado sin que ella borrase siquiera la

insulsa sonrisa de su cara. Toda su vida había sido una anciana recostada en el sillón verde de una habitación a media luz.

Mariano Uriarte murió un 8 de Septiembre, agobiado por el pánico de una certeza insoportable. La parca lo encontró con la soga al cuello, imitando el movimiento pendular

del reloj, que seguirá martillando el tiempo que ya no tenemos.

Ese mismo vaivén que enloqueció a más de uno, hipnotiza de vida y nos hunde en un imperativo sin sentido, pero innegable. La cuerda, la espada, la piedra.. la cruz... son

solo respuestas tambaleantes ante la pregunta tácita del péndulo. No mucho más que un patético intento de rasguñar la pared y hacerle un marca, para que a la luz del día

se proyecte una sombra que aniquile la totalidad del blanco, que se parece demasiado a la ausencia.

Cada cual muere a su manera. Cada quien responde como puede, aunque muchas veces el azar se cuele entre nuestras endebles deciciones.
Para Eva Valdez, la muerte fue la analogía de su vida, y lo que había detrás de la imagen que percibimos (que pudimos percibir) nosotros murió con ella cual secreto de

guerra, sin diluirse, sin manchar siquiera la beatífica imagen de la anciana sin conciencia. Como un cordero, no hacía más que responder a los impulsos, escasos y humildes,

de un cuerpo desgastado y una razón amordazada de fe y de seguridad, con la tranquilidad de quien es sólo un engranaje en el plan omnipotente e incuestionable de un ser

divino. Se sentó a esperar su hora. Literalmente. Y la hora llegó, el 6 de Septiembre de un año como cualquiera.
No había marca alguna en la pared de Eva.

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